Cuando Raúl Castro asumió la presidencia hace cuatro años, hubo esperanzas de cambios y se esperaba un nuevo día para el cuentapropismo. Era lo lógico. Raúl había probado ser un hombre de luces para la rectificación empresarial. Uno de los primeros cambios se dio en Camagüey, donde se restauró la emisión de licencias para arreglar bicicletas por cuenta propia. Luego vino la repartición de tierras. En un grupo de camagüeyanas jóvenes encuestadas que esperaban más de dos años por la emisión de licencias de peluquería y repostería, ninguna dijo sentirse capacitada o dispuesta a ponerse a arreglar frenos y catalinas.
Hoy, casi tres años más tarde, y a unas semanas del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, donde la agenda es “economía, economía, economía” (o “¿Cómo salimos de este arroz con mango?”), 5 millones de trabajadores esperan los inicios de los despidos del primer medio millón anunciado a fines del 2010. Y, aunque el gobierno cubano comienza a liberar el acceso al cuentapropismo, no ha creado la infraestructura necesaria para su éxito. No hay insumos, centros de compra al por mayor, no hay herramientas, capacitación a nivel de pueblo, ni mucho menos bancos de micro-préstamos que le provean al aspirante el capital necesario. Arréglense como puedan y a tocar de oído.
Las estadísticas laborales, aunque no sean exactas, nos ayudan a formular indirectamente un perfil sobre el cuentapropismo en la Isla, y también nos permiten discernir ciertos datos analizando la información disponible sobre el desempleo. Hay pocas estadísticas de género por gremio o por industria respecto a ambas realidades laborales en Cuba. Pero sí sabemos, por ejemplo, que hay sectores en que la mayoría de los trabajadores es femenina, como son Industria Ligera, Alimentación, Educación y Salud Pública.
Esto nos permite calcular que cuando en una fábrica de galletas se despide a 50 empleados, sin lugar a dudas más de la mitad son mujeres. Cuando se pretendió desocupar -pendiente a re-ubicación o re-capacitación laboral, eufemismo oficial- a los empleados de trenes en Santiago de Cuba hace unos años, resultó que casi todos eran mujeres.
También sabemos que en el sector poblacional de la tercera edad -los jubilados- hay más mujeres que hombres, pues las mujeres tienen una expectativa de vida más larga. (Se estima que la población mayor de 65 años es 52% femenina y 48% masculina… Cuba se torna un país de viejos..)
Sabemos que entre “profesionales universitarios” del campo de la educación y de la salud pública, el 71% y el 69% de esos sectores, respectivamente, son mujeres. También sabemos que un 35% de la fuerza laboral activa cubana (según las estadísticas de la ONE de 2005) está compuesto por mujeres. Por último, sabemos que todas las amas de casa son mujeres.
Por eso es imprescindible señalar que también la problemática del empleo por cuenta propia tiene lecturas profundas de género que hay que tomar en cuenta no sólo al analizar este renglón de la economía cubana, sino al plantear soluciones para el futuro. Como tiene consideraciones de género el anunciado despido de medio millón de obreros: es muy probable que al menos la mitad -250,000- sean madres de familia.
Urge evaluar, analizar y planificar la problemática cubana desde una óptica que priorice a la mujer al plantear problemas y soluciones, partiendo de premisas como que la economía familiar en la Isla recae, en un altísimo por ciento, sobre los hombros de las mujeres; que hay un alto porcentaje de familias encabezadas por mujeres y madres solas; que la pobreza en el mundo entero se feminiza a pasos agigantados, y Cuba confirma la regla; que según varios estudios, cuando se invierte en el bienestar y prosperidad de las mujeres y se depositan fondos para el desarrollo en manos de ellas, hay mayor probabilidad de que familia, clan, aldea y pueblo superen la pobreza individual y colectiva, que cuando dichos fondos pasan a ser administrados a través de los tradicionales programas que por regla general dirigen o controlan los hombres: el paterfamilias y los patri-arcas.
Quizás uno de los mejores ejemplos de los efectos positivos de las consideraciones de género en el campo económico lo brinda la experiencia del Banco Grameen, en Bangladesh. No en balde la labor de su fundador – Muhammad Yunus- por más de tres décadas le ganó el Premio Nobel de la Paz en 2006. Dice el Dr. Yunus: “Una paz duradera no puede lograrse sin que amplios segmentos de la población hayan encontrado una forma de salir de la pobreza“.
Ha dicho también que los pobres –sobre todo las mujeres- no quieren limosna sino un empujón para salir adelante, y que además ellas siempre pagan los préstamos. La clientela del Banco Grameen es 95% femenina. En estos cinco años de exploración nano-empresarial femenina, puedo afirmar que las observaciones del Dr. Yunus se cumplen en Cuba, al menos entre las mujeres.
No obstante, para llegar a ese punto, la visión y gestión de gobierno cubano tiene que cambiar. Los reformistas dentro de la Isla tendrían que buscar la forma de prevalecer. Raúl Castro que hace 20 años comenzó a pensar “outside the box”, el mismo del perfeccionamiento empresarial, el de las exitosas empresas mixtas del MINFAR, el Raúl Castro que un día se atrevió a pensar des-encasilladamente a pesar de las presiones del hermano mayor, tendrá que cumplir con las esperanzas que alentó hace cuatro años. O la isla se hunde bajo su propio tsunami.
Todas las recomendaciones sensatas que se han hecho en los últimos años sobre cómo alcanzar -o sostener- logros económicos en la Cuba pos-período especial, señalan, entre otras, la necesidad de ampliar y liberalizar el empleo por cuenta propia y de incentivar un desarrollo irrestricto de pequeñas empresas como paso elemental hacia la consolidación de un sector privado que dinamice la economía cubana. Las cubanas están preparadas y dispuestas para ello.
Están en lo cierto los estudiosos que abogan por el auge del cuentapropismo, y que se lamentan de que el gobierno cubano lejos de crear condiciones que animen y fortalezcan este sector de la micro-economía, lo coartan y hostigan como para hacerlo desaparecer. El mayor reto, sea cual sea el renglón que se aborde, es acabar de levantar la muralla que impide que los cubanos y las cubanas prosperen y contribuyan con su energía y talento al progreso de la sociedad, y hacerlo con los soportes necesarios para su éxito y crecimiento. Todo lo demás sería un inútil ejercicio cosmético.